Sobre héroes y tumbas – Ernesto Sabato
Literatura - 2013-10-20 13:42:14
Es una lástima dejar pasar tantos años para comentar un libro como este. Algunos episodios se mantienen bastante claros, pero otros ya no. Para no dejar un comentario demasiado superficial o corto, empezaré por relatar cómo di con él.
De entrada, Sabato no me era desconocido. Recuerdo que nos dieron a leer El túnel en la preparatoria y que fui de los pocos que lo disfrutamos. Tendríamos que ver primero cuántos lo terminamos. Como mencioné, su lectura me pareció fascinante, lo cual no era muy común en aquella época de escasa pasión literaria y, ahora que lo pienso, bien pudo ser uno de los detonadores. Varios años después, ya en situación de lector voraz, una amiga me prestó Abaddón el exterminador junto con la revelación de que era uno de sus libros preferidos. Por aquellos de la intocable lista aleatoria de lecturas, habrían de pasar muchos años antes de toparme con Abaddón pero cada enero, el azar lo impulsaba varios lugares arriba hasta que entró a la lista de los inamovibles y, a los poco meses, llegó su turno. O eso creía yo. Al segundo renglón de la primera página, un asterisco junto al nombre de uno de los protagonistas me remitió al pie de página que dice: “Personaje de Sobre héroes y tumbas. Para la cabal comprensión de Abaddón se recomienda leer previamente aquella novela”. Cualquiera que me conozca se imaginará que ni siquiera empecé la siguiente frase y para la noche ya había comprado la novela que aquí nos concierne. Y así conocí a Martín y Alejandra.
Sobre héroes y tumbas se divide en cuatro partes; tres de ellas giran alrededor de los personajes antes mencionados y la cuarta es el informe sobre ciegos. Su pura mención es suficiente para estremecer a muchos que lo hemos leído; pero ya volveré a él. En el centro de la trama – iba a decir huracán pero, a pesar de valer la comparación, no justifica el lugar común – está Alejandra, una chica que carga con muchos de los demonios heredados a lo largo de varias generaciones. Breve ejemplo de ellos es la anécdota de su bisabuela que guardaba la cabeza de su padre caído en batalla. O bien su madre, quien se mantenía impávida mientras su esposo Fernando, otro de los personajes principales, violaba a Alejandra, su hija. Y así, en un día como cualquier otro, conoce a Martín en la banca de un parque en Buenos Aires. Aunque el narrador es, en su mayoría, omnisciente, es a través de los Martín y sus diálogos con Bruno que se centra la visión de los altibajos de Alejandra, en una mezcla de amor incondicional, de deseo de salvarla de lo que sea que la atormenta y de desesperación por no encontrar ni pies ni cabeza en el rompecabezas que la representa.
Más que continuar con la sinopsis – no querría revelar más datos narrativos – creo que es más interesante hablar de la relación entre el autor y su obra. Al igual que en sus otras novelas, Sabato pone mucho de él en Sobre héroes y tumbas, aunque por lo macabro de la historia, la parte autobiográfica está ligeramente más diluida. Buenos Aires vuelve a participar como un personaje más y no es necesario conocerla para vivir sus parques, recorrer de noche sus calles junto a Fernando que persigue discretamente a los ciegos, o dibujar en la imaginación los barrios con casonas antiguas como en la que vivía Alejandra. Una de las muchas virtudes que encuentro en el escritor argentino es su forma de meter al lector en ambiente y hacerlo sentir que está presenta en la acción sin recurrir a descripciones largas y tediosas. Por otro lado, encontramos rastros de crítica repartida en varios personajes secundarios, como Molinari, y su actitud fría y pedante, o Wanda, la mujer para la que trabaja Alejandra a pesar de representar justo el tipo artificial que tanto detesta. Por último, mencionaré un aspecto que me pareció fascinante de El túnel y que aquí lleva a un nivel muy superior: el análisis psicológico de sus personajes. Desde los principales hasta los más secundarios, no encuentro detalle que pudiera sobrar y cada uno ayuda a que tengamos la sensación de que cada quién tiene un lugar tan específico que su ausencia dejaría un hueco evidente en la novela. Para mí, a ese nivel llega la prosa de Sabato.
Y luego, uno se topa con el informe sobre ciegos. A diferencia del resto de la novela, esta parte está narrada en primera persona por Fernando, siguiendo un tipo de diario en el que narra sus teorías y, más adelante, sus vivencias al tratar de comprobarlas. Aunque las descripciones y anécdotas de Alejandra habían dibujado ya ciertos aspectos de su padre que lo colocan peligrosamente cerca de la frontera entre cordura y locura, el informe nos aviente de lleno en una mente que raya en la esquizofrenia. Claro que las recibir la narración desde ahí dentro hace que sus teorías suenen tan reales como escalofriantes. Ya sea que se lea la novela completa o nada más el informe – tiene la virtud de manejarse de forma autónoma – me parece que uno nunca vuelva a ver a un ciego en la calle o en el transporte público sin sentir un breve momento de angustia y voltear a ver si lo que vende son pequeñas ballenitas. A la fecha, no conozco a nadie que lo haya leído y que no haya experimentado esa sensación.
En más de un lugar me he topado con la opinión que Sobre héroes y tumbas es la obre cumbre de Sabato y muchos la nombran dentro de las mejores novelas latinoamericanas del siglo XX. Aunque esas listas suelen ser, a final de cuentas, ejercicios subjetivos, sin ninguna duda me sumo a esa opinión.