El Territorio

Blog

Logo del Territorio

Cloud Atlas – David Mitchell

Literatura - 2013-11-20 17:46:25

2013_11_19-Cloud_Atlas_cover.jpg

En un esfuerzo por recuperar el tiempo en los reportes atrasados, aprovecho el reciente fin de esta novela para escribir mi comentario. Cloud Atlas es un producto más de Sword & Laser que, aunque tocaría el turno a la parte fantástica, tiende más hacia la ciencia ficción.

Dentro de las curiosidades que llevan a esta lectura, la más notoria es la confusión al momento de buscar esta novela, originada por la presencia de otro libro del mismo nombre publicado el mismo año. Es interesante cómo a pesar de no tener, en principio, mayor relación que el título y la fecha, podemos encontrar ciertos aspectos de la novela de Liam Callanan que se diluyen en las historias que componen a la novela de Mitchell.

Uno de los aspectos más originales de esta novela es su estructura, ya que se compone de seis historias independientes que inician pero no terminan, un poco al estilo de Si una noche de invierno un viajero, hasta llegar a la sexta en la cual comienza el camino de regreso. Es como si jugáramos con una matryoshka de seis muñecas, en la que empezáramos por examinar la de adentro y, más o menos a la mitad, la metiéramos en la siguiente y así hasta llegar a la más grande. Una vez terminada su revisión, sacaríamos la que sigue, terminaríamos con ella y así hasta conocer a profundidad las seis.

A pesar de lo que comentan en el lanzamiento de esta lectura, donde hablan de un estrecho vínculo entre los personajes de cada historia a pesar de suceder en momentos muy diferentes, a mí me pareció que la asociación es demasiado incidental sin llegar a repercutir seriamente en la trama. Se basa en pequeños guiños de historias antiguas escuchadas, novelas a medio leer o una relación personal para dar a entender que el universo en el que suceden es el mismo, pero las historias relatan situaciones muy diferentes y en un periodo que va desde la primera mitad del siglo XIX hasta un escenario post-apocalíptico muchos años después. De hecho, tal vez las historias centrales sean las que guardan la relación más evidente aunque, ahora que lo pienso, se podría encontrar cierto elemento cíclico entre la primera y la sexta.

En cuanto al estilo, cada una maneja uno diferente, que es lo mínimo que uno podría esperar en una obra de este tipo. Empieza con un diario de viaje que es encontrado casi un siglo después, en 1931, por un músico inglés quien le narra sus aventuras por medio de cartas a su mejor amigo quien resulta ser uno de los personajes de una novela corta escrita con narrador omnisciente que ocurre en los 70s en plena guerra fría, escrita por una mujer cuyo editor cuenta las aventuras que le ocurrieron y son descubiertas años después por una especie de clon que es entrevistada previo a su juicio frente a las acciones que desatan la situación que vive el narrador de la historia intermedia, más o menos en las mismas islas que visitó el navegante original. Una de las virtudes que demuestra Mitchell, y que posiblemente sea uno de los motivos para escribir esta obra, es una independencia absoluta entre los estilos. No los podría comparar con autores específicos pero entre ellos hay suficiente diferencia como para pensar que seis personas diferentes podrían haber escrito estas historias. Para las cuatro primeras, existen suficientes fuentes para tomar ejemplos, pero en el caso de las otras dos no está nada evidente y, sin embargo, Mitchell crea dos lenguajes suficientemente originales y coherentes con los eventos que narra.

También se puede encontrar cierta coherencia en las temáticas, aunque no todas aparecen en las seis historias. Una de las más evidentes es la libertad, en varios casos estrechamente relacionada con la esclavitud, ya sea social o meramente laboral, como en el caso de Sonmi 451, que muchas cosas resulta lo mismo. Otra, un poco más enfocada hacia una posible moraleja de la historia, es una crítica de la sociedad actual y del posible armagedón  hacia el que se está dirigiendo la humanidad.

A grandes rasgos y tras un análisis un poco más profundo, considero que Mitchell logra una novela bastante sólida que cobra un verdadero sentido a partir de la mitad, cuando las historias se van cerrando y, con ellas, la novela como un todo. Sólo es cuestión de paciencia y perseverancia.

Aprovecho este espacio para comentar acerca de la película, sabiendo que no le voy a dedicar un tiempo aparte. La quise ver justo después de terminar la novela para que la información estuviera muy fresca en mi cabeza y, sobre todo, me interesaba ver cómo habían resuelto la estructura. En un primer momento, me atrevería a decir que es uno de los pocos casos en los que el cine supera al original literario aunque esto se debe a varias libertades que se dan en el guión para justificar la cercanía de las historias, sobre todo al momento de la estructura ya que en la película las historias se intercalan constantemente, al punto de que los diálogos de una continúan a pesar de que la secuencia ya brincó a otra, con el efecto de reforzar la idea de paralelismo. Un recurso interesante y, literalmente, barato fue utilizar a prácticamente los mismos actores en todas las historias, en algunos casos en roles principales y en otros completamente secundarios, con un manejo amplio aunque a veces plasticoso de maquillaje. Esto permite que actores y actrices de la talla de Tom Hanks, Halle Berry, Jim Broadbent, Hugh Grant o Susan Sarandon demuestren sus aptitudes al personificar caracteres muy diferentes. La gran excepción – y por ende también decepción – es Hugo Weaving quien toma el lugar de algunos de los villanos, en cuales casos remite inevitablemente al agente Smith. Ahora, la duda que me queda es si la película me pareció buena – a pesar de las libertades que se dieron los Wachowski y Tom Tykwer al adaptar la novela – por haber tenido tan frescas las historias o si resulta en una mezcla medio absurda y bastante difícil de entender.

Por lo pronto, queda abierta la recomendación de leer la novela o, si otras obras más interesantes tienen preferencia, por lo menos ver la película. Como experimento tanto literario como fílmico vale la pena echarles un vistazo.